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Asilah, un bonito pueblo costero y Rabat, nuestra primera ciudad imperial

Nuestras dos primeras paradas en nuestro viaje en furgoneta por Marruecos. Asilah un bonito pueblo costero y Rabat nuestra primera ciudad imperial.
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Esta vez el país elegido ha sido Marruecos. Un país que me dejó un muy buen sabor de boca cuando lo visite hace ya 4 años. Tenía muchas ganas de que lo conociera Laura y a mí me quedaban muchas cosas por el norte que visitar. Así que como ya es costumbre decidimos que este año la nochevieja la pasaríamos en Marrakech.

El mismo día 25 salimos para llegar al menos hasta Madrid y quitarnos por lo menos esos 350km. Así que a primera hora del 26 pusimos rumbo a Algeciras donde cogeríamos el Ferry hasta Tanger. A pesar de que los billetes se pueden coger en el mismo puerto justo antes de embarcar preferimos cogerlos con Viajes Normandie de quienes habíamos oído que tienen los mejores precios en foros furgoneteros. Así que en 6h largas estábamos en la puerta de la agencia recogiendo nuestros billetes a escasos 10min del puerto.

Esa misma mañana los ferrys habían estado parados debidos al temporal por lo que iban todos con mucho retraso, así que ya con la noche bien entrada nuestras ruedas tocaron suelo Marroquí. Tras pasar aduana, y poner todos los papeles en regla metimos la directa hasta Asilah, nuestro primer destino.

Por suerte la carretera que une Tánger con Asilah es autopista, ya que eran ya las 23.00 de la noche. En aproximadamente 1h estábamos entrando en la Parking reservado para caravanas de Asilah donde encajamos nuestra furgo y llegaba el turno de descansar un poco que el día había sido largo.

A estas alturas del invierno hay pocas horas de luz, por lo que madrugar con la luz del sol es clave. Aunque tras el viaje nos dimos un poco de tregua y sobre las 8.30 estábamos ya paseando rumbo a la medina de Asilah. Como curiosidad, a escasas 9h de nuestra llegada a Marruecos el menda del parking ya me había ofrecido “chocolate”, teniendo en cuenta que era el segundo marroquí con el que coincidimos (el primero fue el del peaje) no está mal.

El problema de ser madrugadores es que en el país de “prisa mata” a estas horas la gente está todavía revolviéndose en las sábanas, pero tiene el encanto de ver la ciudad en calma solitaria con el ruido del mar de fondo. Asilah es un pueblito costero con una medina muy cuidada y con unos tonos azules y blancos característicos de muchos pueblos de Marruecos, sobre todo los costeros. Asilah es conocida por el festival de murales que se celebra todos los años y que hace que el pueblo sea completamente diferente de un año a otro ya que cambian los murales. La verdad es que el paseo fue agradable, entre murales y calles vacías echamos la primera hora de la mañana. Para rematar la primera toma de contacto con Marruecos nos tomamos un buen té antes de volver a la furgo.

El siguiente punto en la ruta era Rabat, así que todavía por una cómoda autopista recorrimos el trecho que nos separaba de la primera ciudad imperial del viaje. La verdad es que conducir por Marruecos es una experiencia más que interesante, pero meterte en una rotonda en Rabat es digno de cualquier película de terror.  Sorteando todo tipo de artilugios con ruedas llegamos a un parking que nos marcaba el GPS que resultó ser el de la estación de tren y aquí llegó nuestro primer regateo con el tipo del parking, así que por 20Dh (2 euros) apalabrados el estacionamiento durante 4h.

Ahora ya a pie de calle fuimos avenida abajo hasta llegar a la entrada de la medina. La verdad es que sin perder de vista lo que marca la guía, en las medinas lo mejor es dejarse llevar e irte metiendo por las calles según te vaya apeteciendo, personalmente creo que es como mejor se disfruta este país, dejándose llevar. Calle a calle y zoco  a zoco fuimos pateando la medina y empezando a tomarle el pulso a Marruecos.

Una vez fuera de la medina, fuimos a la kasbah Oudaya que es una pequeña zona amurallada de la ciudad que queda enganchada a por encima de la desembocadura del rio Bouregreg. Esta zona a mi me gustó especialmente, con unas cuidadas calles blancas y azules la, kasbah respiraba una tranquilidad muy alejada al bullicio de la medina.

En una de las calles de la kasbah una mujer nos invitó a subir al tejado de su casa para ver las vistas de Rabat y la desembocadura del rio. Es curioso como funciona el subconsciente, acostumbrados a que te la líen hombres que con la excusa de enseñarme algo luego te reclaman una propina. El hecho de que fuera una mujer nos inspiró a los dos de manera innata confianza, entramos sin pensárselo dos veces. La verdad es que la mujer nos explicó 4 cosillas de la ciudad desde el tejado de su casa y al despedirnos tímidamente nos pidió una propina y con gusto se la dimos. Por el camino de vuelta lo comentábamos lo curioso que había sido la confianza que nos había inspirado, no sé si por su género, su amabilidad o su manera de abordarnos mucho menos invasiva que la que acostumbran los hombres.

Poco a poco fuimos saliendo de la kasbah para visitar el mausoleo de Mohamed V que habíamos divisado desde el techo de la casa de la kasbah. Este mausoleo se encuentra en la explanada de la Torre Hasán que son los vestigios de lo que iba a ser la mezquita más grande del mundo después de la de Samarra en Irak. La torre debería haber medido 60 metros pero solo llegó a los 44. En el mausoleo se encuentra la tumba de Mohamed V y de sus dos hijos. Tras esta última visita deshicimos el camino andado rumbo a la furgoneta ya que nos separaban unos cuantos kilómetros de Fez, nuestro siguiente destino.

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