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Sin duda, la única opción para visitar los pueblos que conforman Cinque Terre es el tren o el barco. Moverte por cuenta propia en coche es absolutamente inviable.
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Una mañana más comenzaba nuestro día sobre las 7.30 de la mañana,… pero hoy estábamos de suerte, teníamos opción de ducharnos,…. juhuuuu!!!

Tras un desayuno al fresco de las primeras horas de la mañana y una buena ducha, recogimos el campamento y nos acercamos a un parking cercano donde poder dejar la furgo todo el día segura. Tras ello, preparamos la mochila para el día entero y rumbo a la estación.

Sin duda la única opción para visitar los pueblos que conforman Cinque Terre es el tren o el barco, moverte por cuenta propia en coche es absolutamente inviable, porque por mucho que madrugues puedes conseguir sitio en el primer pueblo, ya que más allá de la primerísimas horas de la mañana aparcar es absolutamente imposible.

El bono de tren no es excesivamente caro, creo que fueron 10 euros y te da derecho a usar tren, autobús y acceso a las rutas de senderismo durante todo el día. Con nuestro bono en mano cogimos el tren rumbo a nuestro primer destino, Monterosso al Mare.

Realmente este pueblo ya lo habíamos visto el día anterior, así que tras comprar algo de agua fresca para las rutas que teníamos previstas nos pusimos a caminar. Los pueblos de Cinque Terre están conectados por rutas de treking por lo que es posible ir andando de uno a otro, realmente solo estaban habilitadas las rutas entre los tres primeros pueblos.

Pies en polvorosa comenzamos con la ruta que unía Monterosso Al Mare con Vernazza. Cómo era de esperar la ruta tenía de llano lo que yo de Ministro de interior, una ascensión destroy nos aguardaba, había que librar una montaña ya que los pueblos están a nivel del mar encajados en medio de la montaña. La verdad es que la ruta es relativamente exigente, sobre todo según avanza el día por el calor, pero a parte de que sudando la camiseta sabe todo mejor, las vistas son espectaculares.

Antes de media mañana estábamos llegando a Vernazza, un pueblito encantador, posiblemente una de las postales de Cinque Terre, con su pequeño puerto, sus aguas turquesa y sus coloridas casas. La parte negativa es que la hora era malísima para hacer fotos así que se hizo lo que se pudo. Pero la verdad es que la sudada tenía su recompensa y es la vista excepcional de Vernazza desde la montaña.

En Vernazza paseamos por sus calles y su puerto antes de comer un tentempié que llevábamos en la mochila. Después de la pequeña soba del primer trekking daba un poco de respeto seguir con el segundo y más a esas horas, pero la verdad es que merecen la pena los caminos entre los pueblos, así otros 2 litros de agua en la mochila y rumbo al siguiente pueblo, Corniglia.

Una vez más un caminito preciosamente rompepiernas se iba abriendo a nuestro paso, y tras una hora larga aparecemos en Corniglia. Personalmente este es de los pueblos que menos me ha gustado, no es feo pero comparado con sus hermanos pues se queda un poco por detrás. Eso si, el helado que nos comimos después de las caminatas en este pueblo lo hacen que lo recuerde con especial cariño.

Tras un paseito por el pueblo ya que se ven bastante rápido porque son pueblos pequeñitos, ahora ya en tren pusimos rumbo al siguiente pueblo, Manarola.

Manarola es otra de las postales típicas de Cinque Terre quizá más que Vernazza. Una vez más vuelta de rigor al pueblo que se ve en un boleo, pero quizá lo mejor de estos pueblos es verlos en la distancia, encajados en la montaña e imponentes. Pero si Corniglia lo recuerdo por su helado, Manarola lo es por el bañito que nos pegamos. Al acercarnos al puertito, bueno que no es ni puerto, es un acceso a una mini porción de agua entre rocas, vimos que había duchas  gratuitas, increíble pero cierto. No había lugar a la duda, una vez más haciendo el tetris encontramos un huequito y chombazo de manual. La verdad es que estaba muy animado, chavales saltando de cara rincón de la roca conformaban el paisaje junto a los edificios de miles de colores de fondo.

Una vez secos y descansados cogimos el siguiente tren rumbo al último de los pueblos de Cinque Terre, Riomaggiore. Riomaggiore es pequeñito, pero encantador, además a estas horas la luz empezaba a ser bonita de verdad, con el sol del atardecer pegando sobre las coloridas casas de Riomaggiore nos comimos una buena porción de focaccia que nos la habíamos ganado. Yo con el buche lleno y agotados, cogimos el tren de vuelta a Levanto donde nuestra querida furgoneta nos esperaba en el parking.

La siguiente parada era Sienna ya que Florencia ya lo conocíamos, así que con los últimos rayos de sol pusimos rumbo a Sienna, aunque a la altura de Florencia nos dijimos, ¿y si paramos a cenar en Florencia? Dicho y hecho, una vez más la suerte estaba de nuestra parte, al ser ya casi las once de la noche, el centro estaba vacío de turistas y pudimos aparcar literalmente a 100mts de Duomo. Calcone, vinito, paseo por el Ponte Vecchio recordando uno de nuestros primeros viajes y era hora de poner rumbo ahora si, hacia Sienna.

Un día más decidimos dormir en carretera camino a Siena para a la mañana siguiente salir cuanto antes hacia Sienna.

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