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La llegada a Aqaba fue memorable, no hay palabras para describir el hotel, solo os diré que nos lo han enseñado en un carrito de golf.

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Ayer el día empezaba con buenas vibraciones, poder despertarnos pasadas las 8 de la mañana era sin duda una buena manera de empezar el día. Puntuales, a las 10 de la mañana nos encontramos con Salah y Marcos en la recepción del hotel y tras el checkout pusimos rumbo al desierto de Wadi Rum.

Casi sin darnos cuenta el 4×4 de Salah ya mordía el polvo de los confines del desierto. Con una larga estela de polvo nos dirigíamos a nuestra primera parada, una jaima beduina. Salah nos había dicho al salir del hotel que esa parada no estaba en el programa, y efectivamente así era. El bueno de Salah solo lleva a la jaima a la gente que le inspira confianza, y sin duda es un placer formar parte de este grupo. Salah es un tipo peculiar, bajo esa piel ruda y oscura se esconde un gran corazón que se deja ver tras esa sonrisa sincera y picarona, no hay duda que sin él, el viaje no hubiera sido igual.

Al llegar a la jaima, la familia beduina que allí vivía nos recibió con los brazos abiertos y tras intercambiar unas palabras en árabe con Salah, nos invitaron a sentarnos en su morada. Bajo la hospitalidad de esta familia pasamos un rato de los que se graban a fuego en la memoria, esos momentos que a mí tanto me gustan en los que dejas de ser guiri al 100%. Protegidos por la sombra de la jaima que nos aislaba del sol abrasador del desierto tomamos el siempre bienvenido té. Intercambiamos algunas palabras con el patriarca de la familia y con 5 de sus hijos, y disfrutamos con los acordes de la guitarra más rústica que han visto mis ojos. A las mujeres solo las pudo conocer Laura. Cómo os podréis imaginar estas familias beduinas son del todo tradicionales y a estas latitudes las mujeres siguen sufriendo el machismo de estas culturas.

Aitor Lopez de Audikana - LPHOTO

Era hora de adentrarnos en la aventura del desierto y el 4×4 nos esperaba con ganas de acción. Esta vez conducía Marcos, le encanta conducir por el desierto, pero el verdadero timón lo llevaba Salah. Según nos contaba, el no quería casarse con ninguna mujer, ya que su único amor era el desierto de Wadi Rum. Duna arriba duna abajo fuimos visitando los rincones y formas más bonitos del desierto, mis ojos no dejaban de otear el horizonte disfrutando de las curvas y colores que poblaban el lugar.

Aitor Lopez de Audikana - LPHOTO
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Iban pasando las horas y como todo lo bueno, llega un momento que se termina. Pero la aventura le tenía preparada una bonita experiencia a Laura, animada por Marcos y por mi. Laura se puso a los mandos del camello metálico de Salah, apretó el acelerador y puso rumbo al campamento donde pasaríamos la noche. Con esta chófer de excepción llegamos al campamento del desierto.

Aitor Lopez de Audikana - LPHOTO

El campamento era un señor campamento, baños y duchas estaban a nuestra disposición. Nuestros polvorientos cuerpos necesitaban aseo, así que nos acercamos a los lavabos dispuestos a des empolvarnos, pero aquí ocurrió algo cuanto menos curioso. Seguramente todos os hayáis encontrado en la tesitura de ir a ducharse y… “no hay agua caliente”, pues en el desierto ocurre exactamente lo contrario. Los depósitos de agua están bajo el sol del desierto y el agua de serie es perfecta para prepararse un té, pero no para lavarse la cara. Así que como pudimos, nos aseamos y nos pusimos cómodos.

En el comedor nos esperaba un suculento plato de carne cocinada con el calor del desierto. Se trata de una manera local de cocinar la carne, enterrándola en el horno natural que es la arena de desierto y dejándola unas cuantas horas. El resultado puedo prometeros que es delicioso, así que tras dar cuenta del manjar nos reclinamos en el mismo banco done habíamos comido mientras Marcos se preparaba su habitual sisha, y mecidos por el hipnotizante sonido de las burbujas del la sisha de Marcos caímos sumidos en un reconfortante sueño.

El reloj marcaba las 15.30 cuando abrimos el ojo, y viendo el panorama que nos esperaba el resto de la tarde hablamos con Marcos que nos propuso realizar otra incursión con el 4×4 por el desierto. Sin dudarlo ni un segundo agarramos nuestras cosas y salimos picando rueda a las entrañas de Wadi Rum. Pasados 10 minutos, Marcos para el 4×4 y me dice: “ahora te toca a ti”. Más emocionado que un crío el día del Olentzero, agarre el volante con fuerza y pise el acelerador con la suavidad que se pisa un coche que no es el tuyo. Pocos minutos restaban para la parte más divertida del viaje.., quedarnos atrapados en medio del desierto con las ruedas metidas en la arena. Entre risas y nervios quitábamos arena de las ruedas y las deshinchamos para que traicionaran mejor. Obviamente Salah es perro viejo y no tardó es sacar a su camello de cuatro tiempos del escollo. Una vez pasado el percance, el menda cogió las riendas de la machine. Yo, que soy del club de “me gusta conducir”, os podréis hacer una idea de los que disfrute sintiendo a potencia de un 4×4 por el medio del desierto.

Poco a poco iba cogiendo confianza con el coche, y siguiendo las imprescindibles indicaciones de Salah fuimos surcando innumerables rincones de este mar de arena Pasamos un buena rato con unos pastores amigos de Salah que nos ofrecieron leche de camella recién ordeñada, deliciosa.

Aitor Lopez de Audikana - LPHOTO
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Pasaban las horas hasta que el ocaso casi nos pilla desprevenidos. Desde un bonito rincón de Wadi Rum vimos como el sol nos decía adiós. Desde donde estábamos podíamos observar la felicidad de Salah, llegaba el fin de su ayuno diario, la verdad es que tenia curiosidad, en lo que llevamos de viaje no le he visto llevarse absolutamente nada a la boca. Con el sol a tras las montañas fuimos deshaciendo el camino hasta e campamento.

Aitor Lopez de Audikana - LPHOTO
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Tras una ducha merecida la cena nos esperaba humeante. El día había sido largo y la cena supo a gloria. Recogidos los platos el campamento se convirtió en una especie de marina d’or beduina, los dueños del txiringito pusieron música popular y nos sacaron a todos los presentes a mover el esqueleto, menos mal que no duró mucho, si hay algo de lo que disfrutar en el desierto, es del silencio. La gente fue retirándose a sus jaimas y allí nos quedamos Laura y yo un buen rato más, silencio, luna y estrellas nos acompañaban.

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La noche fue plácida y reconfortante, sabiendo que por delante solo quedaba playa, buceo y relax. Tras quitarnos las legañas y desayunar nos despedimos de Salah, ya que el se quedaba en Wadi Rum porque esperaba a un grupo que iba a grabar una peli con las dunas de fondo.

La llegada a Aqaba fue memorable, no hay palabras para describir el hotel, solo os diré que nos lo han enseñado en un carrito de golf. Tres piscinas y playa privada nos esperaban con los brazos abiertos. Así que hoy hemos pasado un día de relax y bronceado. Chapuzón tras chapuzón ha transcurrido el día que ha terminado con unas buenas copas de vino en la terraza de la habitación antes de plegarnos. Mañana el fondo del mar rojo se abrirá ante nuestros ojos. 2 inmersiones nos acercarán la riqueza marina de este lugar.

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