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Crónica Viajera Perú | Día 2 | Cañon del Colca desde Arequipa

Hasta el borde del Cañón del Colca en Cabanaconde nos separaban unas 3h en coche, tiempo para poder parar a observar el ganado local. Verónica nos explicó con todo lujo de detalles las diferencias entre la vicuña, la alpaca y la llama.
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A la hora acordada, las 7.30 AM nos encontramos con nuestra guía, Verónica. Una dulce arequipeña de rasgos 100% peruanos. Fuera nos esperaba Armando, un hombre bonachon de perpetua sonrisa y de muy, muy pocas palabras, él sería el ancargado de llevarnos al inicio del trekking en su 4×4.

Guía De Viaje A Perú

Hasta el borde del cañón en Cabanaconde nos separaban unas 3h en coche, tiempo para poder parar a observar el ganado local. Verónica nos explicó con todo lujo de detalles las diferencias entre la vicuña, la alpaca y la llama.

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El 4×4 iba devorando kilómetros y ganando altitud hasta llegar al punto más alto del recorrido, al borde de los 5.000 metros sobre el nivel del mar.

La verdad es que el aire está enrarecido a estas alturas y cuesta algo más respirar, pero fue una simple parada sin más pretensiones que la foto y el paisaje. Un poco más adelante hicimos la primera parada técnica, un pequeño garito de montaña donde tomarnos nuestro primer mate de coca.

Verónica nos explico el significado de la palabra Coca, planta sagrada, al mismo tiempo que nos explicaba todas las bondades de tomarla y lo bien que viene para prevenir el mal de altura o soroche, como lo llaman aquí.

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Según lo previsto, 3h después de salir de Arequipa estábamos al borde del cañón listos para comenzar la primera parte del treking, 1000Mts de desnivel nos separaban del fondo del cañón, así que pasito a pasito fuimos descendiendo mientras conversábamos con Veronica sobre mil y una cosas sobre nuestros respectivos países culturas.

Las horas y los metros iban pasando y 2h y media después llegábamos a San Juan de Chuccho un diminuto pueblo que debe su nombre a una antigua leyenda sobre un duende.

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Allí nos acomodamos nuestras mochilas en la cabañita donde pasaríamos la noche y nos sentamos plácidamente a tomar una cerveza mientras esperábamos a la hora de cenar.

La cena la compartimos con tres alemanes y dos franceses que también realizaban el treking con otra compañía.

La cena, una deliciosa sopa y patatas rebozadas con queso, fue un autentico manjar y tras cuatro batallitas con el resto del grupo nos fuimos a dormir que el día siguiente nos esperaban 7h de caminata y otros 1000mts de desnivel, pero ahora en el otro sentido!!

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La noche no fue todo lo placentera que me hubiera gustado, el dolor de cabeza no me dejó dormir como me hubiera gustado y lo peor de todo, me levanté con dolor de cabeza que fue lo que más me preocupó.

La verdad es que no sé muy bien el porque, si la altura, el cansancio del viaje, mi facilidad a tener dolor de cabeza, o una mezcla de todos.

Pero gracias a dios, un enorme pankake relleno de plátano fue la sorpresa del desayuno, y una vez con el estómago lleno y tras estirar las piernas un poco, el dolor de cabeza se fue por completo.

Tras despedirnos de nuestros compañeros de viaje, comenzamos la primera parte de la caminata que nos llevaría hasta un oasis donde almorzaríamos y podríamos darnos un chapuzón antes de comenzar con la parte realmente dura del treking, la subida a Cabanaconde.

Otras 2h de caminata con unas buenas cuestas y el oasis estaba a nuestros pies. Según íbamos descendiendo al oasis Verónica nos indico en la loma de en frente la linea de subida del la tarde, y la verdad es que son momentos en los que dices, ¿porque me he metido yo en esto?,… pero está claro que la gloria hay que sudarla.

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Un buen chapuzón en agua bien fresca son el bálsamos perfecto para relajar las piernas antes de comenzar el ascenso,unas 4h de caminata sin un mísero llano.

Dicho y hecho, un almuerzo ligero compuesto por una sopa delciosa y unas verduras con arroz fueron nuestro combustible para la subida.

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Llegaba la parte dura, remontar desde la cota de 2100mts hasta los 3200mts a los que se encuentra Cabanaconde. Sin levantare mucho la cabeza para evitar ver lo arriba que queda la cima comenzamos con un paso acorde a la distancia, pero absolutamente constante.

Como viene siendo La habitual, Laura con piernas de hierro iba a la cabeza del grupo seguida por Verónica y yo cerrando el grupo, para variar,… pero bueno, sacar fotos es lo que tiene, siempre vas a rebufo.

Paso a paso íbamos viendo como el oasis se iba haciendo más y más pequeño, pero los árboles de la cima, los jodidos seguían igual de lejos.

La primera mitad fue bastante llevadera, Verónica nos decía que íbamos como cohetes, bastante por encima de los previsto. Eso si, la segunda parte ya eran palabras mayores, el cansancio hacía mella y la ausencia absoluta de un llano donde recuperar un poco el aliento hacen que psicológica y físicamente se haga dura de cojones.

Finalmente las 4h previstas se convirtieron en 2h y media.., bueno vale, yo 2h y 40min, pero teniendo en cuenta mi fondo físico puedo darme más que satisfecho. La verdad es que llevar una liebre como Laura hace que uno tenga que ponerse las pilas, llego a estar solo y aún sigo haciendo paradas.

La verdad es que los últimos metros iba arrastrando los pies, pero bueno ya los tres en la cima nos hicimos la foto de rigor y pusimos rumbo hacia Cabanaconde que aún nos quedaban 20min, eso si, ya en llano que era como volar.

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La recompensa (a parte de la cena) era una bonita habitación en un hotelito humilde pero muy acojedor situado, en una especie de sarcasmo, en la parte alta del pueblo.

Con las piernas para el arrastre nos dimos una merecida ducha y una pequeña vuelta por el pueblo que ya empezaba a sumirse en la oscuridad de la noche.

Un poco de relax en la habitación y el momentazo del día, una suculenta trucha acompañada de una reconfortante sopa de verdura para cenar fue todo lo que necesitamos para recuperar las energías.

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Como viene siendo habitual, a eso de las 20.30 estábamos ya en la cama. Es curioso a pesar de que es verano en estas latitudes, anochece sobre las 18.00 de la tarde, por contrapartida a las 5 de la mañana ya es de día, por lo que nuestros hábitos de vida se han acondicionado a las horas de sol.

Tras un más que profundo sueño, y un buen desayuno volvimos a reencontrarnos con Armando que nos esperaba con el 4×4 para devolvernos a Arequipa no sin antes hacer un par de paradas.

La primera, el mirador de la criuz del Condor, donde tuvimos que esperar un rato hasta que el primer cóndor se dejó ver. Ya en la cruz del Condor, Verónica nos dijo que los lugareños habían cerrado el camino hasta el siguiente punto debido a una huelga en la que reclamaban un reparto equitativo de las riquezas destinadas al valle.

Al final con un poco de diplomacia parece que consiguieron que el camino quedase despejado, aunque ya teníamos preparado el plan B para poder pasar.

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La siguiente parada antes de Arequipa eran unas aguas termales donde nos dimos un reconfortante baño en aguas bien calentitas.

Ahora si, almorzar y 2h de siesta nos separaban de Arequipa. Ya en la ciudad, un último paseo por sus calles antes de plegar, una vez más sobre las 20.30 ya que al día siguiente debíamos salir a las 5.30 para coger el avión hacia Juliaca. Próximo destino, el lago Titicaca

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