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Taj Mahal, una de las Siete Nuevas Maravillas del Mundo

Las 6.00 de la mañana es muy pronto para casi cualquier cosa, pero ver el Taj Mahal al amanecer es algo por lo que merece la pena madrugar.
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Taj Mahal

Las 6.00 de la mañana es muy pronto para casi cualquier cosa, pero ver el Taj Mahal al amanecer es algo por lo que merece la pena madrugar. Con bastante cara de dormidos nos acercamos a la taquilla para comprar los tickets y de ahí a la cola que a esas horas ya era bastante numerosa. El día no nos iba a acompañar, la temperatura era muy buena, pero había mucha niebla, hoy no iba a ser el día de la fotazo del Taj Mahal.

Según se accede al recinto no se ve inmediatamente, hay que girar a la derecha y pasar una gran puerta, ahora si, ahí estaba, difuminando hasta casi no verse pero la gran mole de mármol estaba frente a nosotros.

La verdad es que el día estaba realmente nublado, desde el principio de las clásicas fuentes de la típica foto del Taj Mahal casi no podía apreciarse.

Sorteando turistas fuimos acercándonos a una de las maravillas del mundo. Es una construcción espectacular, de eso no hay duda pero no será el primer recuerdo que me venga a la cabeza cuando piense en el viaje dentro de unos años.

Es como cuando te dicen que una peli es tan buena que de las expectativas que te haces luego no parece tan increíble, pues algo así. Quizá el tiempo no acompañaba a que brillase con todo su esplendor. Es cierto que según te vas acercando te vas dando cuenta de las dimensiones que tiene, y de lo imponente de su mármol blanco. Por dentro no tiene mucho que ver, prácticamente nada más que una tumba.

El Taj Mahal fue una obra de amor, un Maharajá mandó construirlo para enterrar a su esposa fallecida tras dar a luz a su decimocuarto hijo, con esta obra arruinó el imperio y el mismo terminó encarcelado por su propio hijo, pero finalmente fue enterrado junto a su mujer en el Taj Mahal, digamos que son los amantes de Teruel indios.

Tras la visita al Taj Majal regresamos al hotel a desayunar y a reunirnos con Gopal ya que había un par de cosas más para ver en Agra, otro “Red Fort” y otro lugar de cuyo nombre no me acuerdo. La verdad es que los Red Fort son bastante parecidos por fuera, y sus murallas de tierra roja son ya casi un distintivo indio.

Por dentro este se dejaba ver, alternaba increíbles patios con pulcras construcciones de mármol, pero una vez más visita fugaz y a por el siguiente que también los vimos en un periquete.

Una vez visto esto, Agra no da para mucho más, solo nos quedaba gastar las horas por la ciudad esperando que llegase la hora de coger nuestro tren a Varanasi a las 19.50. Recorrimos las calles del centro y volvimos a sumergirnos en el caos más absoluto.

Aprovechamos para sacar algo de dinero y comprar patatas y provisiones para el viaje en tren de la noche.

Una hora antes de lo previsto llegamos a la estación de Agra. Tras haber vivido el primer shock de la de Delhi esta ya no nos sorprendió tanto, pero sinceramente no hay foto ni video que pueda describirlo, hay que verlo para creerlo.

No empezamos con buen pie, el tren iba con un retraso de 3 horas. El bueno de Gopla dijo que nos esperaría hasta confirmar que cogíamos el tren bien a pesar de que el tenía que volverse a Delhi en coche y le esperaban 4 o 5 horas de carretera.

Le dijimos que no hacía falta, más como cortesía que como deseo, ya que después de lo vivido en Delhi cualquier ayuda es poca. El se negaba y allí estuvimos los tres en la sala de espera que rezaba “Upper class”…, para mear y no echar gota.

Los minutos pasaban odiosamente lentos, ya había sacado fotos hasta aburrirme, leído lo ineludible y hablado hasta con las piedras. Y para colmo el tren seguía retrasando más a cada nuevo parte, al final el tren llegó al filo de la medianoche.

Los minutos antes de coger el tren fueron de verdadera película de ciencia ficción. Nosotros estábamos tranquilos ya que teniendo a un local con nosotros era difícil que se torciera la cosa, pues el caso es que podía torcerse sin duda.

Al llegar la medianoche Gopal fue a cambiar el ticket de parking del coche, pero a los dos minutos llegó corriendo diciéndonos que nuestro tren llegaba ya en la vía 2, recogimos todos nuestros bártulos y pasamos a la vía dos.

Allí charlamos con una pareja que cogía el mismo tren que nosotros pero en dirección contraria, nuestros números de tren eran iguales pero el suyo acababa en 7 y el nuestro en 8.

El tren entró en la estación y cuál fue la sorpresa ¡llevaba ambos números!.

Claro a falta de letreros digitales el tren lleva los números de los dos trayectos que hace, el de ida y el de vuelta. Guiados por Gopla al que le acababan de decir que el tren que entraba era el que iba en dirección Varanasi, fuimos a buscar nuestro vagón y nuestra litera.

Alumbrados por el móvil y despertando a medio vagón intentamos buscar nuestros números, 17 y 18… ¡Horror, estaban ocupados!, la cosa empezaba a complicarse, a Gopal al pobre se le veía apurado y sudoroso. Nos bajamos el vagón y según bajábamos a lo lejos me crucé la mirada con la pareja con la que habíamos estado charlando antes que me miraban con ojos de desesperación como diciendo ¿pero este es el nuestro no?

Yo solo pude encogerme de hombros a lo lejos y seguir a Gopal. Fueron minutos de auténtico descontrol, no sabíamos si los billetes estaban mal, si el tren no era ese o que cojones pasaba. Al final preguntando nos confirmaron que ese no era nuestro tren, que el nuestro entraría en la vía 1 en unos 20 minutos.

Gopal se secaba el sudor con un pañuelo mientras nos pedía perdón una y otra vez y a nosotros nos entraba la risa ya en la vía uno a la espera del nuestro tren. Hemos de dar gracias a que nuestras plazas homólogas en el tren contrario estaban ocupadas y es lo que nos hizo saltar las alarmas, si no a saber donde hubiéramos acabado y cuando nos hubiéramos dado cuenta del error.

Dios, si el funcionamiento de los ferrocarriles en India es capaz de volver loco a un local, no sé qué hubiera sido de nosotros a nuestra bola. Tras darle mil gracias a Gopal y despedirnos de él nos montamos en, esta vez si, nuestro vagón.

Mecidos una vez más por el traqueteo del tren nos dormimos con la tranquilidad de que con el retraso en vez de llegar a Varanasi a las 5 de la mañana lo haríamos a las 9.00, una hora bastante más cómoda para empezar a ver el lugar.

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