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Pasar una nochevieja en Marrakech es sin duda un plan apetecible, pero como siempre la realidad supera a la ficción y eso es lo que lo hace divertido.
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Como comentaba en la anterior entrada, la llegada a Marakech se nos adelantó un día sobre lo previsto así que con la calma de tener más tiempo del programado para ver la ciudad con calma entramos a la tercera ciudad imperial en lo que va de viaje.

Marrakech había sido la ciudad elegida para dar la bienvenida al año 2014 y la verdad es que nos apetecía darnos un capricho que nos lo habíamos ganado. Habíamos reservado una riad para pasar la noche del 31 y la del 1. Pero claro estábamos allí un día antes. Así que tampoco es cuestión de volverse esquistos de repente y la noche del 30 la pasamos en un parkin que hay tras el minarete Kutubia. Así que tras dejar la furgo fuimos a dar nuestro primer pateo sin mayores pretensiones por Marakech.

Ya había caido la noche y el barullo de la plaza Fna se sentía desde lejos. Lo primero, de manual, tomarnos un zumo de naranja exquisito por 4Dh (40 centimos). Con el cuerpo lleno de vitamina C, nos dimos un garbeo por las callejuelas que salen de la misma plaza Fna y que van llevando a los diferentes zocos, pero como ya sabíamos a esas horas la ciudad empieza a apagarse, bueno la parte de los zocos porque la plaza Fna es cuando adquiere su máximo explendor.

Así que como no podía ser de otra manera fuimos a cenar a los puestos de la plaza Fna, más como experiencia del lugar como por que sea una buena opción porque es un timo como una casa. No es que sea  caro, pero para lo que es Marruecos es mucho dinero.

Con el buche lleno fuimos a un local de moda de la noche Marroqui a tomarnos un vino que ya apetecía. Tras callejear encontramos nuestro lugar, Kosybar rezaba el letrero. Obviamente por tomar un vino en un país así te pegan un buen sopapo, pero estábamos ya en modo capricho y los sopapos marroquis no son ni mucho menos como los sopapos en casa.

Tomando el vino Laura recibió un mensaje de un compañero de trabajo diciendole qué donde paraba, que estaba en Marrakech con su novia y un colega que habían bajado a Marruecos buscando olas. Así que flipando con lo surrealista de la situación nos juntamos con ellos en la plaza Fna de nuevo que seguía echando humo a destajo. Ellos no habían cenado, así que volvimos a unos de los puestecitos para que dieran buena cuenta de unas brochetas, pastila y algo de cous-cous. Maria nos contaba todos los entresijos de la ciudad ya que se la conocía bien y nos dio un buen par de ideas para los siguientes días. Ya con el buche lleno nos fuimos todos a tomar unos tés a una de las terrazas de la plaza Fna. Rozando la medianoche plegamos en la furgo que seguía esperándonos en el parking.

Con los primeros rayos de sol recogimos el chiringuito y nos pusimos a patear Marrakech. Lo primero que queríamos visitar eran los curtidores de Marrakech. Hasta la noche anterior no teníamos noticias de que en Marrakech hubiera curtidores, pero fue una de las cosas que nos contó María en la cena.

Así que investigando por las laberínticas calles de Marrakech llegamos a la zona de los curtidores. Como en cada lugar, un lugareño nos dijo que nos enseñaba los curtidores pero en un primer momento pasamos un poco porque queríamos otear un poco más la zona antes de entrar al primero. El tipo nos siguió y finalmente accedimos a que nos enseñara el el lugar y la verdad es que fue un acierto.

En Marrakech los curtidores son algo diferentes a Fez, me refiero a como están organizados no a cómo trabajan. Para empezar la zona es infinitamente menos turística, básicamente eramos los únicos. Están dividos por el tipo de piel que trabajan y lo más interesante de todo es que se puede entrar directamente a donde están curtiendo las pieles no desde una terraza como en Fez. El tipo que nos guiaba nos dio las reglamentarias hojas de menta, aquí el olor era bastante más heavy ya que estás dentro de la curtudiría.

El tipo nos fue explicando todo el proceso, y precisamente esta fue una de las cosas más interesantes, vimos de primera mano como le arrancaban la lana tras tener las pieles 24h en cal viva. Como le quitaban la grasa, como las colgaban. Básicamente nos contó el proceso que lleva una piel desde que entra a la curtuduría hasta que sale. Como las dejaban en cal viva para que se les pudiese arrancar bien la lana de la piel y luego la pasaban por cubetas con agua, orin y caca de paloma para ablandarlas. Con todo este mejunje es de entender el pestazo de las curtidurias. Tras visitar las curtidurías: vaca, cabra, oveja y camello el hombre nos llevó a la salida y obviamente nos pidió su propina, la verdad es que nos gustó lo que nos había enseñado y pudimos ver y sacar fotos que de otra manera no hubiéramos podido, así que le dimos 50Dh.

La jugarreta del menda vino después, le preguntamos a ver si conocía la calle donde teníamos la riad y así aprovechábamos y nos guiaba pero tras meternos en la tienda de rigor en la que no compramos nada, el cabrón se había esfumado. En fin, cosas del directo, nos cagamos un poco en su puta madre y comenzamos a patear por las calles de Marrakech.

En una calle, vimos un teléfono publico y decidimos llamar a la riad ya que ninguna de las personas a las que habíamos preguntado conocía la calle. Ya veníamos avisados que era dificil de encontrar. El caso es que desde la riad nos dijeron que venían a buscarnos, la amable chica que regentaba el locutorio hablo con la riad para decirles donde estábamos exactamente. La verdad es que tras observar la vida de esa calle durante 40 largos minutos, tiempo más que  suficiente para saber cuál era el mejor carnicero del barrio decidimos volver a llamar a la riad para ver qué pasaba. Resulta que habían salido a buscarnos hace 40min y por lo que intuimos estaba más perdido que un pulpo en un garaje. Así que volvimos a llamar y la amble señora les dio su movil para que le fuera llamando y se ubicara.

Finalmente más de 1h después de la primera llamada apareció un tipo con una bicicleta para llevarnos a la riad. La verdad es que el tipo era agradable y servicial y la verdad es que se ofreció en el primer momento a venir a buscarnos así que no podíamos, ni queríamos quejarnos. La verdad es que la calle era muy, muy fotogénica, los haces de luz se colaban por la techumbre y estuve entretenido un buena rato.

Tras un rato callejeando llegamos a la riad, y vaya que si estaba escondida. No hubiésemos llegado ni con un equipo de Geos. Pero hay que reconocer que todo lo que tenía de escondida lo tenía de bonita. Una riad es una casa típica marroquí con un patio interior muy similares a los patios andaluces. Básicamente los patios andaluces son una de las tantas riquezas culturales que dejó Al-Andalus, sobre todo en Andalucia, en sus 700 años de existencia. Es curioso como tras ir por callejas de mala muerte de repente se abre un precioso patio blanco, lleno de luz y cuidado hasta el más mínimo detalle. Tras aposentarnos en nuestra habitación y ver el bonito cuarto de baño yo lo vi claro y lo siento por los recursos hídricos de la zona, pero llevaba años sin darme un baño y ese era el día.

Ya limpitos y bienolientes fuimos a darnos otra vuelta por los zocos sin ningún rumbo, dejándonos llevar durante unas cuantas horas antes de volver a la riad a ponernos “de gala” para la cena de Nochevieja. Para nochevieja la Terrasse des épices fue el lugar elegido para tomarnos las uvas. El sitio es muy acogedor y hacían cena de nochevieja.  No era barato la verdad, pero ya habíamos decidido que Marrakech y nochevieja era para darnos un homenaje. Así que con nuestras mejores galas llegamos al lugar a eso de las 21.00.

La verdad es que la cena estaba deliciosa, obviamente elegimos un sitio que tuviera comida marroquí y la verdad es que la pastila estaba de muerte y la carne especiada deliciosa. Con un aromático vino de la tierra fuimos dando cuenta de lo que iba pasando por nuestra mesa. Pero la noche avanzaba y el sopor empezaba a hacerse con nosotros. A las 23.00 hablamos con los de casa ya que llevábamos hora de canarias, y he de reconocer que la última hora se nos hizo un poco agónica. 12h pateando y no echar un poco de siesta nos estaba pasando factura, así que como dos jubiletas en cuanto dieron las 12, brindamos y fuimos a la riad a caer muertos en un profundo sueño.

Tras remolonear un poco en las sábanas pero a una hora lo suficientemente prudente como las 9 echamos a andar por las calles de Marrakech. La verdad es que hoy no teníamos una ruta fija. Usamos como hilo argumental una ruta que marcaba la guia para recorrer la medina, pero nuestro día de hoy era para estar sin estres, comprar regalitos de reyes y plegar pronto para salir antes de que amanezca al día siguiente ya que nos esperaba buena remontada de kilómetros hasta Meknes.

El día fue transcurriendo si grandes incidentes, regateos, babuchas, pañuelos y rincones nuevos que vas descubriendo cuando al pasar por el mismo sitio decides coger  el camino que no escogiste la anterior vez.

Así, y de la manera más tonta nos cogió el ocaso por sorpresa y tras agotar los últimos latidos de la medina nos dimos una última vuelta por la plaza Fna y nos recogimos en nuestra dulce morada.

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